08 enero 2010

A LA CARCEL Y CAPITANIA EN CASA
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A Coruña demostró con su postura lo difícil que es para un gobierno democrático llevar a cabo una acción impopular. Las autoridades locales dimiten, cierran oficinas, comercios, grandes manifestaciones, negativa a pagar impuestos. Esas acciones que representaban el sentir generalizado, acciones con espíritu pacifista, sin violencia, hacían a la ciudad muy fuerte en la defensa de la Capitanía. Esas acciones provocaron malestar y que el delegado del Gobierno hiciese todo lo posible por acabar con todo eso.
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Llegó a dictaminar que la Junta de Defensa, y sus filiales, era una asociación ilícita, se negó a legalizar su reglamento. Deshizo por la fuerza una reunión que se celebra en el Circo de Artesanos provocando que las siguientes reuniones fueran casi clandestinas. Todo ello tenía la intención que la resistencia pacífica degenerase en violencia y motines callejeros y con ello sitiar la ciudad, tal y como había propuesto un periódico progubernamental.
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El convencimiento y decisión de las pacíficas protestas coruñesas hicieron que, al no encontrar a nadie que quisiera serlo, el delegado del Gobierno, Moreda, se pusiera él mismo como alcalde interino e hiciese concejales a personas de autoridad. Una vez en el Ayuntamiento llegaron a acusar al ex-alcalde Soto de malversación de fondos.
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El día 16 de julio de 1893, cuando los comisionados, que lograran la creación de la Junta de Defensa en las restantes provincias gallegas, llegaron a la ciudad se les anunció su ingreso inmediato en la cárcel acusados de asociación ilícita. Fueron todos a la cárcel, primero los comisionados, y luego los 41 miembros de la Junta de Defensa de Galicia. Entre ellos estaban las personas más relevantes de la ciudad: el ex-alcalde Soto, el abad de la Colegiata, el médico Rodríguez, Pedro Barrié Pastor...
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Hubieran podido evitar la cárcel, situada en el Cuartel de Santo Domingo, pagando la fianza. Pero se negaron a hacerlo, creyeron que lo justo y ejemplar era ir a la cárcel, ya que su delito fuera unir a la ciudad entera. Fueron a la cárcel a pie, seguidos por muchísimas personas, los balcones de la ciudad enlutados menos las casas de los procesados que ostetaban la bandera gallega con el lazo carmesí de A Coruña.
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La estancia en la cárcel, la verdad, no es que fuera severa. Se habilitaron dentro del viejo Convento tres salones que fueron amueblados con mobiliario del Circo de Artesanos, de otros asociaciones y casas particulares. Recibieron muchas visitas, alguna tan relevante como la de Pardo Bazán. Pero el ingreso en la cárcel no acabó con la Junta de Defensa, inmediatamente se constituyó otra. La prensa coruñesa presionaba, también, lo suyo pues se sentía indignada por el hecho de que al periodista Gonzalo Brañas en vez de estar con todos los demás en Santo Domingo, le hubieran llevado a la cárcel común.
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Aunque la estancia en la cárcel parecía más un local social para reunirse un grupo de amigos, lo cierto es que pasaban las horas y la detención seguía. Entonces, aceptados por procesados y jueces, se presentaron como mediadores Luciano Puga y el general Pin. Luciano Puga era el director del Banco de España en La Habana y veraneaba cerca de A Coruña. El general Pin se caracterizaba por su inteligencia y exquisita prudencia.
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Puga asumió personalmente la fianza de todos los procesados, provocando su liberación y posterior retorno a sus casas, en medio de otra explosión de entusiasmo y afecto por parte de la gente. Después de esto, Luciano Puga, del partido liberal conservador, llevó al principal partido de la oposición, hasta ese momento en cuanto a las reformas militares más o menos en consenso con el Gobierno, a que compartiera la tesis de Galicia y presentara en el Congreso una enmienda a los presupuestos que permitía la futura creación y establecimiento de un octavo cuerpo de Ejército con sede en A Coruña. Aún más, a través de su portavoz, llevó al Ministro de la Guerra a reconocer la necesidad de crear la octava Región Militar y que, por conveniencia y estrategia, ésta tenía que estar en Galicia.
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Uno de los principales valedores de la causa coruñesa y gallega en Madrid fue el general Azcárraga. Tras solicitar un informe de la Junta Consultiva de Guerra, consiguió que se revocase la decisión inicial del traslado de la Capitania General a León, traslado que nunca se había llevado a cabo, y que se crease el VIII Cuerpo del Ejército.
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El 10 de septiembre de 1896, tres años después del inicio de los hechos, un Real Decreto ordenaba la reintegración a A Coruña de la Capitanía General de Galicia por la creación del Octavo Cuerpo del Ejército. Dos días más tardes, a propuesta del alcalde Luis Argudín Bolívar, se acordó declarar a Marcelo de Azcárraga, hijo predilecto de la ciudad, que se colocase un retrato del General, entonces Ministro de la Guerra en el salón Capitular del Consejo y que la plaza donde se encontraba el edificio de Capitanía pasara a llamarse del General Azcárraga.

2 comentarios:

Titajú dijo...

¿y los seguía la ciudad entera? Pues hoy en día, además, les tirarían piedras.
Por cierto, acabo de ver que la felicitación del nuevo año que tienes del anónimo no es de un anónimo. Es mía, desde el ordenador de mi padre, donde no estoy registrada como Titajú.
Pues eso, que tengas un buen año.

millenium dijo...

Muchas gracias por tus deseos para el nuevo año y mis mejores deseos para ti y los tuyos, salud y felicidad. Que con los que te di como anónima, los que te di en tu blog, y ahora, pues eso, salud y felicidad a raudales, ¡¡¡¡ por triplicado !!!!, me alegro, lo mereces.

Sobre lo de si les seguiría la ciudad entera, bueno, igual, alguno, algunos, muchos ni se inmutarían, mientras no fuese con ellos pues como si nada, como la vida misma actualmente, cada uno a lo suyo, así se ve lo que se ve por la calle, pero bueno.