15 octubre 2008

OBELISCO
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La meteorología no hizo nada para que resultase lucida la inauguración del Obelisco del Cantón Grande, celebrado en una mañana del mes de febrero de 1895. A las doce, hora para la cual estaba señalado el acto, llovía a torrentes y hacía un viento huracanado. Una demora más, después de las ya sufridas, se creía que resultaría aún de peor efecto que llevar a cabo el descubrimiento con mal tiempo y por ello se decidió que tuviese lugar contra viento y marea.
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Reunidas en el salón de sesiones del Ayuntamiento la Corporación Municipal y las autoridades civiles y militares, el presidente de la comisión, Caruncho, hizo entrega del Obelisco al municipio en nombre del vecindario. A continuación, en medio de una incesante lluvia, un reducido número de personas se dirigió al Cantón para descubrirlo, abriendo la marcha los alguaciles municipales que por ir en traje de gala, con calzón corto, se calaron hasta los huesos. Al disparo de cohetes y bombas de palenque y a los acordes de la Banda de Música de Zamora, concurrieron bastantes personas, cuya permanencia se hacía difícil pues el viento arrebataba los sombreros y rompía los paraguas.
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El Obelisco causó grata impresión, tanto por el trabajo en piedra como por los relieves de bronce del segundo cuerpo, con alegorías a las artes, la industria, el comercio y el ejército. También se le consideró de utilidad, ya que además del reloj de cuatro esferas y la veleta indicadora de los vientos, tenía colocado en uno de los chaflanes del primer cuerpo un barómetro, faltando en otro un termómetro que había sido encargado a París. En una de sus caras está el busto de Aureliano Linares Rivas; en las otras, inscripciones referidas a la presión barométrica, temperaturas, lluvias, vientos, humedades y situación geográfica.

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