14 junio 2008

REAL CLUB
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El 5 de febrero de 1909, Alfonso XIII acepta la presidencia de honor del club, que pasa así a denominarse Real Club Deportivo de la Sala Calvet y que, posteriormente, se denominaría Real Club Deportivo de La Coruña. El 16 de mayo de 1909 se inaugura el campo de fútbol, que entonces de denominaba "Parque de Riazor" y en el que se practicaba el fútbol, además de otros deportes y atracciones. El escritor coruñés Wenceslao Fernández Flórez recordará años más tarde, en el diario ABC, sobre estos primeros tiempos del fútbol en A Coruña:
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"En España, el fútbol tuvo su aurora en Vizcaya y Galicia. Lo trajeron los marinos británicos y los muchachos que iban a educarse a Inglaterra. Pronto fue pasión. Como en todas partes. Casi en mi adolescencia, el Club Coruña y el Club Deportivo escindieron la opinión de la capital gallega en antagonismos irreductibles tan hondos como ni antes ni después se conocieron. El vecino más entusiasta del Deportivo se llamaba Pellitier y era dueño de la mejor confitería de la ciudad. El partidario más ardiente del Coruña se apellidaba Vinós y era suya la más elegante camisería. Ambos, dos hombres de corrección impecable. Desde que sus preferencias los significaron, ningún "coruñista" volvió a probar los exquisitos pasteles de Pellitier. Vanamente se renovaban las tentaciones de aquel escaparate de la Calle Real, porque hasta una simple mirada a ellos ponía amargura en el alma y en el paladar de los discrepantes. Y para siempre jamás renunciaron los "deportivistas" a las embellecedoras corbatas, a los impresionantes bastones, a los gabanes ingleses que, en otro trecho de la misma calle, convertían la muestra de Vinós en una seducción deslumbradora".
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En 1909 se crea el equipo infantil, que sería inexplicablemente disuelto en 1915, sin que durante esos seis años conociese la derrota.
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En los albores del fútbol en general y del coruñés en particular, la práctica de este deporte era total y absolutamente amateur, hasta tal punto que los gastos individuales eran sufragados por cada miembro del equipo. El uniforme, botas y demás objetos necesarios para la práctica habían de ser adquiridos del pecunio particular del jugador, para el cual el solo hecho de figurar en las filas del club era el mayor y mejor motivo de orgullo y satisfacción. Únicamente el balón, como objeto común, era adquirido por la sociedad o club de los fondos sociales provenientes de las cuotas, que en los primeros días fueron de diez céntimos semanales.

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